Medicina de Época | Córdoba, 2013

Medicina de Época es un espacio de homenajes y reflexiones acerca de la medicina, para repensar nuestras prácticas docentes y médicas. El libro del Prof. Dr. Gandini Saludable distancia, desde el Hospital Nacional de Clínicas ha planteado el problema en su densa complejidad, en el siglo XXI. La violencia de nuestro pasado, desbarató los valores de fraternidad, de comunidad, que aceptando diferencias humanas logran aunar esfuerzos para un proyecto en común. Mirar el pasado, reflexionar en comunidad sobre los problemas del presente, quizás nos permita encontrar algunas respuestas.

jueves, 14 de febrero de 2013

Homenaje a un Médico Pacifista y a un Escritor Soldado


Medicina de Época | Homenaje a un Médico Pacifista y a un Escritor Soldado


Ventosas y cataplasmas de G. Orwell a G. F Nicolai



G.F. Nicolai desde Córdoba Argentina 1925 | GFN: pág. 52, 53, 54, 55.
            Conocido es que en los últimos tiempos todas las ciencias y sobre todo la medicina, se han vuelto tan complejas que difícilmente pueda abarcarlas un hombre solo. La necesidad de reducirlas a sus bases sanas de unos siglos ha, se hacía más y más imperiosa. Hubo muchos médicos que deploraban los tiempos difíciles en que los facultativos salían de todo apuro con un enema, una sangría y una ventosa, añadiendo siempre una receta única, buena para todo. A estas tendencias modernas y difundidas alagaba el sabio eficazmente, pero no volvió simplemente a la trinidad anticuada, burlada ya por Moliére, sino que la reemplazó por Salvarsan a la derecha , Digitalina a la izquierda y la prohibición de carne, añadiendo no una receta única, sino siempre la última leída en la “Semana Médica”.
            Progresos semejantes en la clínica se comprenden, recordando la altura de la investigación experimental; basta mencionar que en una sola semana se han muerto en el hospital de la universidad una docena de hombres únicamente por envenenamiento con Stovaína en el ensayo de probar este narcótico para la anestesia raquídea. Y mientras la ingrata Europa molestaría al osado investigador, que hubiera mejorado tan eficazmente el record mundial, aquí todos se empeñan en ahorrarle molestias. Es uno de los rasgos más amables y más característicos, este sentimiento patriarcal que reúne al profesorado como una gran familia que ayuda incondicionalmente al hermano, a no ser, naturalmente que él estuviera en un puesto, que el otro apetezca por sí mismo.
            En todo caso la investigación es libre: ninguna sociedad protectora de animales se opone a las vivisecciones, ninguna sociedad defensora de los derechos del hombre dificulta las experiencias clínicas. ¡Ojalá que en Europa fuese así! ¡Cuánto hubiese hecho! ¡Cuánto más adelantada estaría la ciencia si en el viejo continente, tan lleno de prejuicios tontos, existiese libertad semejante!

G. Orwell desde París Francia 1929 | DA: pág. 23, 24.
            “Vi en una cama casi enfrente de mí un hombre de pelo amarillento y hombros redondeados, sentado medio desnudo mientras un médico y un estudiante realizaban alguna extraña operación en él. Primero el doctor sacaba de su bolsa negra una docena de vasos pequeños como vasos de vino, entonces el estudiante quemó una cerilla dentro de cada vaso para extinguir el aire; luego el vaso fue espetado en la espalda o pecho del hombre y la ventosa provocó una enorme ampolla amarilla. Sólo después de algunos momentos me di cuento de lo que estaban haciéndole. Era algo llamado ventosa, un tratamiento del que hablaban mucho los viejos textos médicos, pero del que hasta entonces pensaba yo que se aplicaba sólo a los caballos…
            “Miré este remedio bárbaro con repugnancia e incluso un poco divertido. Sin embargo, un momento después el médico y el estudiante cruzaron hacia mi cama, me irguieron y sin decir palabra empezaron a aplicar el mismo juego de vasos, que no habían sido esterilizados por ningún procedimiento. Algunas débiles protestas que pronuncié no tuvieron más respuesta que si yo hubiera sido un animal. Estaba muy impresionado por la manera impersonal con que los dos hombres actuaban sobre mí. Nunca hasta entonces había estado en la sala pública de un hospital y era mi primera experiencia con esos médicos que te manejan sin hablarte o, más aún, sin hacerte el menor caso. Colocaron seis vasos en mí, y después sacaron las ampollas y aplicaron los vasos de nuevo. De cada vaso salió alrededor de una cucharadita llena de sangre de un color oscuro. Al acostarme de nuevo, humillado, disgustado por lo que me habían hecho, consideré que ahora por lo menos me dejarían tranquilo. Pero no. Había otro tratamiento en perspectiva, la cataplasma de mostaza, al parecer cuestión de rutina como el baño caliente. Dos desaliñadas enfermeras tenían ya preparada la cataplasma, y me la apretaron alrededor del pecho como si fuera una chaqueta ceñida, mientras algunos hombres que vagabundeaban por la sala en mangas de camisa se apelotonaban alrededor de mi cama con gesto algo compasivo. Me enteré más tarde de que el mirar a un paciente con la cataplasma de mostaza era pasatiempo favorito de la sala. Estas cosas son normalmente aplicadas durante un cuarto de hora, y ciertamente son bastante graciosas cuando no es uno el que las sufre. Durante los primeros cinco minutos el dolor es severo, pero uno cree que puede soportarlo. Al cabo de otros cinco minutos, esta creencia se evapora, pero la cataplasma está pegada a la espalda y uno no se la puede quitar. Éste es el período en que los espectadores se divierten más. Durante los últimos cinco minutos sobreviene cierto entumecimiento. Después de quitarme la cataplasma me pusieron en la cabeza una almohadilla y me dejaron solo.”
            “No dormí, y ésta fue la única noche de mi vida –quiero decir la única noche pasada en la cama- en la que no dormí en absoluto, ni un minuto siquiera.”
Eileen, esposa de Orwell debe ser operada de varios tumores de útero. Gran Bretaña | MS: pág. 389, 390.
            El 29 de marzo de 1945, Eileen empezó una carta a Orwell. Estaba en una cama del hospital, esperando que la llevaran al quirófano, y su humor reflejaba el ambiente: “Querido, van a operarme dentro de unos minutos, me han puesto la lavativa y la inyección (morfina y en el brazo derecho, vaya fastidio), me han lavado y empaquetado y parezco una momia envuelta en algodón y vendas. Cuando todo pase añadiré un párrafo a esta carta para que la echen enseguida” (…) Pero algo no fue bien. El organismo de Eillen reaccionó mal a la anestesia y tuvo un ataque cardíaco. Estaba demasiado débil para soportar la conmoción y todos los intentos de revivirla fallaron. Murió en la mesa de operaciones. Tenía treinta nueve años.
            No se consideró responsables a los médicos que la operaron de las circunstancias que causaron el ataque cardíaco. El certificado de defunción los absolvía de toda culpa: “Paro cardíaco producido bajo efectos de anestesia con éter y cloroformo debidamente administrados para extirpación de útero”.

George Friedrich Nicolai (1874-1964) alemán, era un hombre de fe, científico notable de convicciones firmes y coraje. Su “Manifiesto a los Europeos” de octubre de 1914 puede leerse en internet. Por el fue cesanteado, encarcelado, y confiscados sus bienes. Siendo el médico del Káiser y su familia, arriesgó todo y lo perdió todo. Pudo escapar ayudado por A. Einstein y fue contratado como Profesor Titular de Fisiología Humana en la FCM de la UNC en 1921. Pocos años en Córdoba le bastaron para que nos dejara su “Homenaje de Despedida…” elegante e irónico. Quizás sería útil discutirlo en la UNC del siglo XXI.
G.F. Nicolai creía que en Europa no se usaban ventosas ni enemas y en su estadía en Córdoba registra doce hombres muertos por mal cálculo en la anestesia en el hospital de la UNC.
George Friedrich Nicolai era un hombre de fe, fe en los europeos educados, fe en que la europea era una civilización superior, fe en que los “buenos europeos” de Goethe iban a ser más de cuatro. Pero fueron cuatro. Pocos años después en “el viejo continente tan lleno de prejuicios”, existía la libertad de fabricar campos de concentración y hornos para quemar a millones de seres humanos.

George Orwell o Erick Blair (1903-1950) británico, oficial de la Policía Británica en Birmania, era un hombre sin fe, de convicciones firmes y coraje. Mató al elefante por ser él, el hombre blanco que tenía fusil pero ese hecho le significó  “la pérdida de su libertad como ser humano”. Fue soldado en Cataluña y en su “Homenaje…” nos desmenuza las traiciones del estalinismo y de los europeos por acción u omisión. Pudo escapar, no lograron matarlo y nos dejó su “Homenaje a Cataluña 1938” que quizás fuera útil releer para discutirlo hoy.
Sufrió en Europa ventosas y cataplasmas en 1929. Su esposa murió por el mal cálculo de la anestesia en 1945. Y “no molestaron a los osado cirujanos”. No hay registro de cuántos muertos más hubo. 
G. Orwell era un hombre sin fe, sin fe en los europeos blancos y educados, sin fe en que la europea fuera una civilización superior, ¿o sospechaba que los “buenos europeos” de Goethe eran pocos?

Estas Ventosas y cataplasmas de G. Orwell a G. F Nicolai surgieron hace tiempo como una deuda de la medicina en general y la europea en particular hacia Orwell; que con su mirada hacia todos los protagonistas de la escena que relata,  nos reseña desde el lugar del paciente, la medicina en España en “Homenaje a Cataluña…”, las ventosas y cataplasmas en París, citadas por el médico Británico Dannie Abse y la medicina británica a través de Michael Shelden.
Nicolai, Profesor Titular de Fisiología humana de la FCM, UNC es admirable por su “Manifiesto…” y sus observaciones sobre la medicina de Córdoba en aquellos años. Como desconcertante su fe en la civilización europea, habiendo perdido todo por llamarla a la paz.
Quizás con este breve relato de ficticios intercambios entre ambos, saldo en parte aquella deuda con Orwell, escritor, soldado y paciente.

Argañaraz Balbina, 2011


Referencias:
GFN: pág. 52, 53, 54, 55.
George Friedrich Nicolai, Médico Alemán.
Homenaje de despedida a la Tradición de Córdoba Docta y Santa.
1° Edición Sociedad de publicaciones EL INCA diciembre 1927
Edición facsimilar, UNC, noviembre 2008

DA: pág. 23, 24.
            Dannie Abse, Médico Británico.
            Proceso a la Medicina. Biblioteca Universal Caralt, Barcelona, 1976

MS: pág. 389, 390.
            Michael Shelden, Escritor Británico.
            George Orwell, Biografía Autorizada. EMECE, Barcelona, 1993




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